lunes, 25 de febrero de 2008

Si esos patios hablaran

Vista satelital del Colegio Calasanz (fte. Google Earth)

El colegio Calasanz, o el Cala simplemente, a hecho un gran aporte a lo largo de ocho años de fútbol centeneril. Muchos de los que hoy trajinamos las canchas del Torneo Centenera pasamos por las aulas de dicha institución y aprendimos, o fuimos aprendiendo, a despuntar el maravilloso vicio del balompié en sus patios.
Ahí aprendí, entre otras cosas, a atajar penales: “Te agachas mucho, pelotudo” me dijo didácticamente el gordo Simari para solucionar mis problemas con las bochas que iban arriba en ese tipo de circunstancias. Y más importante, ahí conocí a mis amigos. Esos con los que defendemos hace casi diecisiete años la verde insignia de Manzi.
Retomando, antes de ponerme sentimental. La fiebre del fútbol era una epidemia. Recreos, educación física, horas libres, torneo internos, cualquier excusa era buena para patear una pelota en la cancha que esta al lado del edificio nuevo (inaugurado en 1992, si mal no recuerdo) o en la más elegante, cancha del gimnasio.
En los años de la primaria se imponía la pelota de plástico para los recreos. El patio del gimnasio se repartía entre sexto y séptimo grado, alternándose cada semana el uso de la cancha. Con tres cursos por grado, a razón de tres partidos por curso, se llegaban a jugar hasta nueve partidos simultáneos en un mismo espacio físico, lo que representaba, en palabras del genial Leonel Contreras, un verdadero caos. Y un acto de magia.
Prueba viva de esa fiebre futbolera, Manzi; Macandme; Rengo; el desaparecido Esta corta la Bocha; Aquetesupo; Buba; Papua, son sólo algunos de los muchos representantes que han sabido dejar registro, con mayor o menor éxito, de la estirpe calasancia en Centenera.
Fueron las baldosas del Cala privilegiadas testigos de los primeros pasos de la historia del verde. En 1991 habíamos formado dos equipos para jugar todos los sábados en el Club Social y Deportivo Homero Manzi, Beauchef debajo de la autopista 25 de mayo. Durante ese mismo año nos unificamos ambas escuadras para disputar el torneo interno del colegio. Nos llamamos Arabia Saudita, porque la organización exigía nombres de países para denominar a los equipos. El nombre era otro, pero el espíritu del verde ya flotaba ahí. Fuimos un desastre, ganamos dos partidos, empatamos uno y perdimos (por goleada) el resto. Pavada de estadística.
El único momento de gloria, ese tipo de logros que por su cuota de heroísmo se siguen comentando en el tiempo hasta convertirse casi en una leyenda, fue el empate en tres goles con el equipo de los preceptores. Candidatos al cachetazo, nadie daba un mango por nosotros. Y lo bien que hacían.
El partido se jugo en la cancha del gimnasio, sobre José Bonifacio, una fría tarde de invierno. Como era de esperar, fuimos perdiendo durante todo el transcurso del encuentro, hasta que, haciendo gala de una entrega formidable, único atributo destacable que nos caracterizaría a lo largo de los tiempos, logramos empatar y dar vuelta el score. A partir de ese momento, se vivió una de las más heroicas resistencias que se hayan visto en mucho tiempo. El resultado final es lo de menos, porque la hazaña ya estaba realizada.
Un año después, reincidimos en el torneo interno del colegio con distinta denominación e idénticos resultados. Perdimos más de lo que ganamos y así nos fuimos acostumbrando a pelear en los últimos puestos. Este constante penar forjo el carácter y solidifico al grupo. Además comenzó a delinear el espíritu perseverante y porfiado que acompañaría al equipo hasta nuestros días. Aunque todavía no vestíamos de verde, el nombre elegido para aquella ocasión fue, Los hijos de Manzi. Pero ya éramos, casi sin saberlo, el glorioso Manzi F. C.

2 comentarios:

Ale Grisoni dijo...

También podrías agregar que en ese torneo interno se fracturó por enésima vez un hueso el amigo "Tucu" Agüero, que Nico hizo el más increíble gol en contra, que Leonardito era más temido por sus patadas voladoras que por sus habilidades futbolísticas, que Ariel tenía pelo, que yo no tenía panza, que Juan Pablo... nada, Juan Pablo jugaba igual que ahora.

Chango dijo...

Por cuestiones de espacio tuve que ser lo más sintetico posible. Todo eso que enumeras esta incluído en el postergado libro "Un grupo de troncos entusiastas - 15 años de Manzi F. C." que alguna vez vera la luz en las librerias.